El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos, y sobre las fuentes de
las aguas, y se convirtieron en sangre. Y oí al ángel de las aguas, que
decía; justo eres tú, o señor, el que eres y que eras, el santo, porque has juzgado estas cosas.
Por cuanto derramaron la sangre de los
santos y de los profetas, también tú le has dado a beber sangre; pues lo
merecen.
También oí a otro ángel que desde el
altar decía: ciertamente, señor dios todo poderoso, tus juicios son verdaderos
y justos. (Apocalipsis, 16-4-5-6-7)
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